En verano, la deshidratación se convierte en un peligro silencioso que puede hacer su aparición, casi sin darnos cuenta, y que puede causar serios problemas a nuestra salud.
Las altas temperaturas del verano traen consigo una compañera de viaje a la que no solemos prestar demasiada atención y que, de no ser tenida en cuenta, puede provocar molestias importantes y, en el peor de los casos, desembocar incluso en la muerte: la deshidratación.
Lamentablemente solemos asociar la fatiga, los mareos, la falta de apetito y otras molestias similares a la incidencia de un excesivo calor, sin relacionarlas con la escasez de agua en nuestro organismo. A pesar de las campañas que, año tras año, aconsejan beber una media de dos o tres litros diarios del líquido elemento, los casos de deshidratación se multiplican en verano, llegando en algunos casos a situaciones realmente dramáticas.
Sin embargo, con demasiada frecuencia el agua no es suficiente para evitar la deshidratación, ya que de nada nos sirve aportar mayor volumen de agua al organismo si éste la pierde también en mayor cantidad.
Las infusiones de menta y regaliz pueden ayudarnos, en este sentido, a hidratar mejor nuestro cuerpo. El té de menta, de hecho, favorece una buena digestión, que por estas fechas suele también presentar problemas derivados del exceso de calor.
En lo que respecta al regaliz, es su alto contenido en glicirricina, glucosa y sacarosa –azúcares naturales-, así como ácido salicílico, y diversos minerales y vitaminas, lo que le convierte en un buen remedio, contra los golpes de calor.
Por último, es conveniente contemplar medidas relacionadas con el atuendo tales como el uso de prendas ligeras y holgadas, que permitan la transpiración y no contribuyan a aumentar la temperatura corporal.
También resulta vital no emprender paseos demasiado prolongados al sol. Ante desplazamientos largos a pie, es conveniente parar a descansar y si es posible, ingerir agua cada poco tiempo.
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