La cultura gastronómica helena bebe sus principios de la riquísima dieta mediterránea, con el aceite de oliva como base de gran parte de sus platos.
Desde los tiempos del sabio Herodoto, conocemos las excelencias que para la salud ofrece el llamado "oro líquido", el aceite de oliva. El historiador griego ya se hacía eco de ello y desde entonces nadie se ha atrevido a desdecirle. Con él se aderezan las frescas ensaladas que a los griegos les permite combatir el casi siempre asfixiante calor del verano, que en su país se hace especialmente duro. No han de faltar en estas ensaladas tomates, aceitunas y el queso feta.
La influencia de la tradición turca se hace presente a través de los kebabs, arní sóuvlas ambos elaborados con carne de cordero- y la moussaká, quizás uno de los platos más populares de la gastronomía griega. Éste último es una especie de pastel de carne horneado elaborado con capas de carne picada de cordero con tomate machacado, alternadas con otras de berenjena o patata y recubiertas de una salsa blanca de bechamel.
Los rellenos de arroz y carne en pimientos, berenjenas y tomates al horno también cobran especial protagonismo en las cocinas griegas aunque quizás la nota original la marquen las riquísimas hojas de parra rellenas de carne y cebolla.
En lo que respecta al vino, existen variados y buenos vinos en la zona, aunque quizás el más notorio sea el de retsina, llamado así porque se le añade resina de madera para favorecer su conservación.
El aperitivo de mayor arraigo lo constituye una mezcla de aguardiente y anís diluidos en agua llamada "ouzo" y que suele acompañarse de entremeses diversos a base de ensaladas, moussakas, marisco y verduras rellenas.
El barrio ateniense de Plaka es quizás uno de los más conocidos en lo que a restaurantes se refiere. Multitud de sencillos comedores con jardín, mobiliario rústico y fragantes olivos ofrecen al visitante un entorno envidiable para degustar la rica y saludable dieta griega.
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