El mundo visto desde atrás del mostrador revela cosas más que interesantes. Y qué afortunados somos de contar con una colaboradora como Andy Pindur, que además de ser toda una especialista en plantas medicinales, es farmacéutica.
A ella más de una vez le ha tocado estar de guardia en una noche de fiesta, teniendo que atender las necesidades de la gente y viendo cómo se va perdiendo esa costumbre de pedir hierbas en vez de medicamentos. Pero sólo en algunos casos. Mejor será que leas esta hermosa crónica para que veas lo que se puede vivir en una farmacia en un día como el de hoy.
"Mejor voy a la farmacia del barrio" (por Andy Pindur)
Atracones, comilonas, excesos. Démosle el nombre que queramos, pero el daño ya está hecho. Que un saludo por acá, que un brindis por allá... "Ay, ay, cómo me duele la panza". "Señora, debe ser la vesícula." "Señora, tengo como un cuchillo clavado acá." Estas son algunas de las frases que escucho durante y después de haber pasado las fiestas.
Picoteos, cocinar con amigos, disfrutar de un vino rodeados de amistad. Luego el cuerpo pasa la factura y... ¿qué hacemos? Recurrimos al botiquín de casa y no hay nada, como siempre. Lo que ya habían comprado, se lo han tomado y nadie lo repuso. Y entonces hay que ir a la farmacia del barrio.
Hace dos décadas atrás (no quiero decir más pues delataría mi edad), podía observar en el mostrador que las personas me consultaban por alguna hierba, o me decían directamente: "¿Cuánto sale el boldo?", "¿Tiene burrito?" o "¿Qué me conviene para la hinchazón? ¿Anís?". También las visitas a la farmacia eran para reponer herboristería para su alacena.
Una bolsita con hojas de melisa, un poco de flores de manzanilla en un frasco se guardaban celosamente junto al paquete de azúcar o harina. El laurel, tomillo, orégano y albahaca eran utilizados para la cocina como hoy en día así, como también para prepararse un té bien calentito para cualquier desorden digestivo o de gases.
No faltaba un buen puñado de flores de lavanda para cualquier jaqueca, para obtener una acción sedante o relajante y para colocar en una bolsita bajo la almohada.
Hoy no se usan tanto las hierbas, por lo menos no en las grandes ciudades. Seguramente por la vorágine con la que se vive, el bombardeo constante de publicidad de pastillas mágicas analgésicas, antiácidas y demás, por lo que resulta más bien raro recibir una consulta sobre hierbas. Y si el paciente es usuario de ellas, no consulta, usa las técnicas que conoció de sus abuelos, tíos del campo o vecinos.
Solo cuando es un poco tarde, el dolor es mucho, es fin de semana largo o puente y no son atendidos en las clínicas estatales, privadas por los motivos que fuere, concurren desesperados al mostrador que estuviese abierto y consultan.
Al ingresar al local, el rostro de la persona enferma está desdibujado en blanco-gris y desencajado, y si no se trata del paciente, es alguien a quien mandan a comprar. Imagínense que tienen el rostro aún peor.
El saludo de cortesía ya no existe, la sonrisa tampoco pero hay que comprender que cuando uno no se siente bien, puede olvidar esos detalles ínfimos.
La puerta es golpeada con fuerza, la camisa abierta hasta el final, un abdomen que demuestra varios años de excesos, pelos que se mezclan entre oscuros y blancos y un escarbadientes montado en la oreja, solicitando con voz gruesa de tabaco y tinto: "Doña, mi mujer no da más, fuimos al hospital y hay para 6 horas de demora".
En un castellano agresivo me cuenta algo así como “un solo médico está atendiendo y le dan prioridad a las urgencias”, pero con otras palabras que dan un poco de temor. Y me pregunta: "¿Qué le puede dar para el estómago?", sin añadir nada más de información al respecto.
Por lo que yo empiezo a preguntar que quiero más detalles para orientarlo, pero a mi cuarta pregunta, la persona se siente un poco ofuscada y me dice con voz fuerte de macho alfa. "deme un antiespasmódico" (y nombra una tradicional marca). Agacho la cabeza como la beta que muestro a veces por motivos de supervivencia y se lo doy.
Esto es algo de lo que puede suceder un 25 de diciembre como hoy, que me toca guardia y estoy sola en muchas cuadras a la redonda como agente de salud.
Ahora mismo me encuentro elaborando la nota para ustedes y entra un jovencito de 16-18 años cuya apariencia denota cuidado. Esbelto, limpito, corte de cabello de modelo y me pide preservativos. Estoy buscándole el vuelto para finalizar la venta y lo veo observando la estantería de hierbas en saquitos.
Está de más decirles que el día de este joven era optimista y jovial por la compra antes dicha, y me pregunta: "¿Cuánto sale el boldo?". Le contesto el valor y me pide uno. Enseguida me pregunta: "¿Y la manzanilla? La llevo también."
Ante mi curiosidad le pregunto, ya que no me cerraba el perfil de usuario de hierbas, si eran para otra persona. Enseguida me cuenta que son para él. "El boldo para cuando como algo pesado y la manzanilla para relajarme”. Nada mal. Se ve una luz al final del tunel.
¿Quién es Andy Pindur?
Andy Pindur es Licenciada en Ciencias Farmacéuticas, Magister en Plantas Medicinales y asidua colaboradora de Innatia y su red. Puedes visitar su blog Plantas Medicinales a tu Salud (http://plantasmedicinalesatusalud.blogspot.com.ar/), como así también visitar su fan page de Facebook (http://www.facebook.com/PlantasAtuSalud/)
2 Comentarios en "Los remedios más populares para los excesos de las fiestas (Andy Pindur)"
Manzanilla, Malva para mi mamá, tilo
Hierba Larca, ortiga, sauco, hierba buena, lavanda....