Se pasan todo el otoño y el invierno "encerrados" bajo los calcetines y los zapatos, a menudos olvidados, hasta que llega el buen tiempo y, con él, la temporada veraniega en la que descubrimos, ante la posibilidad de calzar sandalias o caminar descalzos, que también debemos cuidar nuestros pies.
Existe una errónea tendencia generalizada a restar importancia al cuidado de nuestros pies y, sin embargo, son los mayores garantes de nuestra movilidad, soportando todo nuestro peso. Es por tanto necesario prestarles la debida atención, procurar mantener una higiene adecuada y tomar una serie de medidas preventivas para evitar la aparición de problemas que, dicho sea de paso, suelen tener soluciones especialmente dolorosas y molestas.
Un ejemplo de ello lo constituyen los "ojos de pollo". Su tratamiento requiere pequeñas intervenciones de cirugía menor o inyecciones de nitrógeno líquido en la zona afectada, tratamientos ambos especialmente dolorosos. Es sólo un ejemplo, pero existe gran variedad de enfermedades y problemas en los pies que pueden amargarnos la existencia.
Una forma de prevenir las infecciones es intentar no caminar descalzos si podemos evitarlo. La elección del calzado es muy importante. Debemos procurar huir de suelas demasiado rígidas o duras, ya que no facilitan la movilidad. En el caso de las mujeres, utilizar zapatos con más de cinco centímetros de tacón equivale a someter al pie a un esfuerzo excesivo que a la larga traerá consecuencias. Por último, la limpieza del interior del calzado es también muy importante, tanto o más que la del exterior.
Una medida de higiene importante es cortar de forma periódica las uñas de los pies, procurando hacerlo en recto, ya que de otro modo, al crecer, los extremos laterales pueden ir incrustándose en la piel.
Es aconsejable sumergir los pies en un recipiente con agua tibia y sales de baño, al menos una vez por semana. Nuestros pies tienen multitud de terminaciones nerviosas y es muy fácil encontrar una agradable sensación de bienestar y relax con estos baños o con suaves masajes.
En verano, con la llegada del calor, nuestros pies comienzan a sudar y conviene hidratarlos frecuentemente, además de no olvidar aplicar también sobre ellos la crema de protección solar cuando van a estar expuestos al sol.
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