Dentro de la historia de los vinos, los romanos tienen gran parte de la culpa de que la bebida alcohólica más anciana de la humanidad haya progresado. Es que ellos se encargaron de sembrar viñedos en todos los lugares que ocupaban de su vasto imperio fueron ellos. Si bien la suerte fue dispar, muchas de las regiones cultivadas continuaron esa tradición, tal el caso de Francia o España.
En aquel entonces, el consumo se destinaba particularmente a las poblaciones locales y también para la misa. A partir de ese hecho, el vino se convirtió en algo de especial cuidado para los monjes y también para los monarcas devotos a la iglesia. Gracias a ellos, la calidad de los vinos fue refinándose cada vez más.
De todos modos, las mayores plantaciones de la etapa media de la producción de vinos, previo al descubrimiento de avances tecnológicos importantes, fueron obra y gracia de Carlomagno, en el siglo XII. Aun así, las mayores plantaciones que pudieron sobrevivir fueron aquellas que se encontraban cerca de ríos importantes, tal el caso del Garonne y el Loire en Francia o el Rhin en Alemania. En aquellos años, se tornaba muy dificultoso transportar las mercancías y el hecho de estar cercano a un río se hacía fundamental.
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