Sabemos que los egipcios eran un pueblo limpio. No sólo tenían el agua a su disposición, tanto en el río como en los canales, sino que el clima invitaba a refrescarse, y por tanto a bañarse. Ellos consideraban la limpieza como sinónimo de bienestar. Vemos como la esposa del Cuento de los Dos Hermanos espera a su esposo para verter agua sobre sus manos cuando regrese a casa y con ello proporcionarle el bienestar de la limpieza.
Para lavarse el cuerpo utilizaban algo que denominaron (s)wabw (Hacer puro) que consistía en grasa, natrón y cenizas. Esto no debía hacer espuma, pero quitaría la suciedad. Forbes asegura que no hay pruebas de jabón cosmético en el Antiguo Egipto, aunque sí que dispusieron de los elementos para fabricarlo como son el natrón, la arcilla y los altramuces remojados en agua de lluvia.
Quizás lo más común para el grueso de la población fuera que simplemente se sumergieran en el río y se frotaran con barro. No obstante, Dioscórides asegura que los egipcios tenían una palabra para designar a la Saponaria Oficinalis que era Oeno. Y si tenían una palabra debían conocer la planta. Esta planta tiene propiedades detergentes en estado natural, pero no hay constancia de que la llegaran a utilizar para el lavado corporal, aunque sí la utilizaron en época tardía para lavar la lana y para el cuidado del cabello. Remojando las raíces secas de la saponaria en agua caliente se obtiene una mezcla espumosa con poder detergente.
Hombres y mujeres se deshacían de vello superfluo por motivos higiénicos y para prevenir que piojos y liendres anidasen en sus cabezas. Ni que decir tiene que los sacerdotes no podían traspasar la puerta del templo si no estaban limpios y rasurados totalmente. Se conoce alguna fórmula de crema depilatoria, pero lo más comúnmente utilizado para este fin eran las cuchillas de sílex, y más tarde de hierro.
Una vez limpios, podían combatir el mal olor corporal colocando bolitas de resina de incienso y de terebinto en las axilas, o bien polvo de algarroba, que, como dijimos anteriormente no huele a nada, pero tiene la cualidad de absorber otros olores, buenos o malos.
Como enjuague para la boca usaban natrón diluído en agua, y para combatir el mal aliento masticaban distintas sustancias aromáticas.
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