Cada vez más, a los trabajadores de las empresas le importa mucho más el tema emocional, por encima del salario.
De hecho, grandes consultoras señalan que uno de los grandes problemas de la empresa es la incapacidad para mantener a sus empleados de forma estable en el tiempo. Suele ser una norma que los mejores empleados, al no ver cumplidas sus necesidades, tanto materiales como emocionales, suelen desertar y, cambian, muy pronto de empresa.
La insatisfacción en el puesto de trabajo, la frustración por no encontrar el sitio adecuado en la estructura interna de la organización o el conformismo que esto lleva implícito, genera una situación incómoda para el trabajador válido que ve como no puede autorrealizarse o desarrollarse dentro de esta empresa, acudiendo a otras ofertas laborales en el mercado.
Según los expertos, una obligación de un buen directivo es tener altas dosis de humanidad e inteligencia emocional, para ver, controlar y manejar estas situaciones en el personal de la empresa. El ejecutivo debe saber siempre que un empleado motivado, con una actitud positiva y, comprometido, está menos predispuesto a dejar la empresa, porque su vinculación es mucho mayor. Si el directivo olvida esto y se preocupa demasiado por su situación personal puede perder grandes baluartes de la empresa, en el ámbito del personal más cualificado.
Los bienes no monetarios forman parte de los incentivos que agradecen también los trabajadores, sin restar importancia al sueldo. Quizás una manera de retenerlos proceda de estos incentivos no materiales. Si además le damos formación, mejoramos las relaciones del entorno laboral y facilitamos su promoción interna, estaremos fidelizando a los mejores.
Por último, el merecido reconocimiento de sus logros por parte de la dirección hará que el trabajador se sienta recompensado, reconocido y apreciado y, por tanto, no mostrará tentaciones de irse a otra empresa.
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