La decisión de los empleados cualificados de quedarse en una empresa o bien de cambiar de horizontes y perspectiva, se produce por cuestiones emocionales, según una experta en Recursos Humanos.
Lejos de la creencia típica de la importancia del sueldo para los trabajadores más cualificados, lo cierto es que las emociones juegan un papel decisivo a la hora de plantearse continuar en la empresa o buscar otras alternativas, según diversos especialistas en Recursos Humanos. Así, estimular el rendimiento laboral de los trabajadores parte del fomento de un buen clima en el entorno de trabajo. Por ello, los especialistas consideran que un empleado mejora su productividad en la medida que la empresa adopta sistemas de incentivos, no sólo económicos sino también emocionales.
Los problemas más corrientes se centran principalmente en la escasa importancia que las empresas otorgan a los sistemas de incentivos, lo que deriva en una baja motivación para el empleado, ausentismo laboral, baja productividad y falta de compromiso con los objetivos generales de la empresa. En este modelo típico, la desmotivación y la apatía generan falta de fidelidad en el empleado. Sin embargo, un buen salario emocional, que trascienda de lo económico e incorpore otras variables de tipo emocional, impacta mucho más en el subconsciente del empleado, retiene el talento, mejora la motivación, reduce el ausentismo, aumenta la productividad, la competitividad sana en el entorno, la calidad de vida y por ende, el rendimiento y la productividad de la empresa.
Normalmente, el salario se basa en una serie de variables predeterminadas de antemano en base a criterios de eficiencia y economía que descuida otras variables no menos importantes y que relegan las potencialidades personales de cada individuo. Por esto, es necesario que la empresa sepa descubrir las expectativas de sus empleados desde el punto de vista emocional. Así, el objetivo esencial de una retribución adecuada se basa en estimular y remunerar económicamente el desempeño sobresaliente, con otros incentivos adecuados y emocionalmente satisfactorios.
Las empresas de éxito son las que valoran a las personas con talento y las retienen, ofreciéndoles las mejores condiciones, tanto económicas como emocionales que garantizan su nivel de motivación y que mejoran su calidad de vida. Con ello, las emociones pasan a jugar un papel trascendente en la toma de decisiones; todavía hoy no muy bien valorado.
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