3 de cada 4 directivos creen poder realizar el trabajo de su jefe mejor que él

Los directivos se creen mucho más listos que sus jefes. Un reciente estudio a nivel internacional indica que el 73% de los ejecutivos cree que puede hacer el trabajo de su superior mucho mejor que él. Un 65% aspira a ocupar su puesto.

Los últimos estudios realizados al respecto señalan que el elemento común que mejor caracteriza a la gran mayoría de directivos en nuestro país es el inconformismo y la aspiración de ascender sucediendo al superior inmediato.

Casi se podría asegurar que es el "alimento" que permite sobrevivir a todo directivo que se precie. La ambición –más o menos controlada, más o menos justificada- lleva al 73 por ciento de los directivos de nuestro país a convencerse de que no sólo están capacitados para cumplir con solvencia las tareas asignadas a sus inmediatos superiores, sino incluso para mejorar ostensiblemente sus resultados.

Dicho y hecho: estos mismos estudios concluyen también que la principal aspiración de estos directivos es, de hecho, sustituir algún día a sus superiores en su puesto.

Sin embargo, en contra de lo que en una primera lectura de esta afirmación se pudiera pensar, la valoración que los directivos hacen de sus superiores dista mucho de ser desfavorable: casi la mitad de ellos consideran excelente u óptima la labor de sus jefes, frente a un 23 por ciento que se atrevió a calificarla como simplemente aceptable. Abundando en este apartado, aproximadamente dos tercios de los directivos encuestados confían ciegamente en sus superiores.

Descartada la incoherencia en las respuestas, nos queda la siguiente duda a la vista de este contraste: ¿es la vanidad lo que lleva a un directivo a pensar que su jefe es muy bueno pero aún así es capaz de mejorarlo?

Las conclusiones son claras: la ambición profesional entendida como la sana aspiración a ascender para ofrecer mejores resultados y la confianza en uno mismo sumada a la confianza en el superior es un valor a cuidar especialmente en toda empresa que pretenda rentabilizar el factor emocional de sus empleados. Identificar dichos valores y dar las oportunidades adecuadas para fomentar comportamientos positivos es un buen medio de optimizar la política de recursos humanos y, en definitiva, mejorar ostensiblemente los resultados.

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