Recientes estudios aseguran que las personas más productivas y con mayor nivel adquisitivo son también las que mayor inteligencia emocional poseen.
Esto vendría a confirmar que la inteligencia emocional, idea extendida por todo el mundo a partir de la publicación de un libro escrito por Daniel Goleman, se erige en fuente inequívoca del éxito profesional.
El funcionamiento lógico basado en razonamientos productivos meramente técnicos, y la gestión de recursos humanos apoyada en la valoración cognoscitiva y de capacitación técnica han pasado a la historia como los principios aplicables a la gestión empresarial, antaño considerados como la llave al éxito.
El mundo moderno de la empresa ha cambiado. Prácticamente podemos afirmar que la única constante en el día a día de una empresa por rutinaria que sea su actividad- es precisamente que está sometida a cambios continuos. Ante esta atmósfera eternamente cambiante, todo el equipo humano que conforma la empresa, comenzando por el mismo empresario hasta el empleado de menor rango, se hallan así sometidos a una presión suplementaria que en demasiadas ocasiones provocan una importante reducción en la competitividad y la productividad.
Por otro lado, los empleos han dejado de contemplarse como fuentes imperecederas de ingresos. Los ciclos de vida de los empleos han disminuido ostensiblemente en los últimos años, lo que han llevado al "empleo para toda la vida" a morir irremediablemente.
Por ello, la inteligencia emocional se revela más como una necesidad que como una ventaja en los tiempos que corren. Contemplar de forma clara y decidida los aspectos, conceptos y valores que potencien la fortaleza emocional de los empleados revierte positivamente en la productividad de toda empresa que se precie.
No hay comentarios