Si bien la aerografía emplea instrumentos de gran precisión, muy valorados por los ilustradores y artístas plásticos contemporáneos, la idea de soplar pintura, proviene del hombre prehistórico, quien ya la aplicaba en sus pinturas rupestres sobre las paredes de las cavernas.
Para ello utilizaba un hueso de la pata de un ciervo. Esta es una de las formas ingeniosas, con las que podrás lograr esos efectos tan buscados y apreciados, para tus pinturas.
Puede que alguna vez, hayas intentado hacer esto con un simple sorbete y sin saberlo ya estabas haciendo aerografía, aunque en la actualidad se asocie la palabra sólo a los trabajos realizados con sofisticadas herramientas, conocidas como aerógrafos.
Podrás lograr efectos de pulverizado similares, pero diversos, si empleas para ello un cepillo cargado de pintura y un instrumento de superficie rígida y plana, como por ejemplo una regla.
Para aplicar esta segunda forma de lograr efectos aerográficos, sigue estos tres pasos:
- Carga el cepillo con abundante pintura.
- Colócalo en ángulo agudo sobre la superficie que deseas pulverizar.
- Raspa las cerdas con la regla, con una presión uniforme.
Otra forma es recurrir a un vaporizador o atomizador, de los que se usan, habitualmente, en el hogar. En este caso, como en los anteriores, deberás probar hasta encontrar, la dilución apropiada de pintura para obtener el efecto deseado.
Por último, puedes ir a una pinturería y comprar pintura en aerosol. El inconveniente es que tendrás que limitarte a los colores existentes y no podrás emplear tus propias tonalidades.
Sin embargo, cada una de estas formas tiene sus características particulares y sus resultados son diferentes. Por tal razón, es importante que las concozcas, para determinar cual es la más adecuada para tu proyecto.
Estas técnicas son ideales para combinar con el uso, tanto de plantillas de reserva, como de esténciles.
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