Los árabes producían ya variedades de vino, recetas que facilitaron a varios monjes. Ellos hicieron el resto, todo a partir de la simple experimentación. Así estos alquimistas fueron desarrollando fórmulas de fermentación que luego derivarían en los licores que conocemos actualmente.
Así fueron surgiendo licores como el rosoli, hecho de miel y pétalos de rosa, muy preciados por las mujeres. En las cortes francesas de la edad media y el renacimiento se hicieron muy famosos. Hay quienes cuentan que Luis XIV recurría siempre a los licores de tipo digestivo para aliviar sus intentos problemas gástricos. Ya para ese entonces, no era extraño toparse con licores hechos con frutas y hierbas, reemplazando un poco a los realizados en base de fermentación de semillas.
Pero la clave de los procesos de fermentación y destilación está en el nombre de Jean-Édouard Adam, quien descubrió a finales del siglo XIX un proceso de destilado que le quitaba el mal sabor de boca que solían dejar los licores añejados. Así es como, gracias a este buen hombre, hoy podemos disfrutar de los licores tal y como los conocemos. El tiempo y los avances tecnológicos hicieron lo restante para que las bebidas espirituosas sean historia conocida.
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