Desde la hermosa urbe mexicana de Puebla ?también llamada Puebla de los Ángeles: ciudad de contrastes, rodeada de volcanes, en la que vertiginosos rascacielos conviven con el apacible legado de la arquitectura colonial- la amiga Sandra Caballero nos ha enviado un correo electrónico donde plantea una pregunta relacionada con el tema de la oración. Escribe Sandra: "¿Cómo puedo pensar en Dios? ¿Lo hago con frases y palabras tales como Dios es amor, Dios es bondad, Dios es perdón o debo imaginármelo como una persona, poniéndole un cuerpo o un rostro?".
La pregunta de Sandra es clara y sencilla? y, no obstante, evoca uno de los dilemas fundamentales de la búsqueda espiritual de todos los tiempos: ¿me conecto con Dios a través de una imagen, un concepto, un sonido, una frase, una certeza intelectual o un sentimiento? ¿Puedo valerme de todos al mismo tiempo? ¿Oro de manera audible o en silencio? ¿Oro a un Dios personal o impersonal? Son vastas preguntas cuyas respuestas nos llevarán a recorrer dilatados, infinitos caminos? ¡tan numerosos como los múltiples senderos que nos conducen al corazón de la oración!
La oración: múltiples senderos para un mismo fervor
Miles de credos y disciplinas espirituales han suscrito y exaltado los beneficios de la oración. Millones de personas la han practicado en todas las épocas, cada una de ellas de una manera muy particular, exclusiva, irrepetible, personal.
Describir los ritos externos asociados al acto de orar resulta sencillo: juntar las manos, arrodillarse, postrarse, inclinar la cabeza con actitud reverente, cerrar los ojos al susurrar invocaciones o alzar las manos mientras clamamos a viva voz son acciones que casi todos hemos efectuado alguna vez; en cambio, intentar describir con palabras certeras la experiencia de absoluta intimidad y perfecta comunicación con Dios ?propósito fundamental de la oración- resulta, en el mejor de los casos, una difícil aunque necesaria temeridad.
Algunos oran en la silenciosa quietud de sus aposentos. Otros ?en multitudinarios cultos- claman su fe a voz en grito, al son de músicas bulliciosas. Hay quien prefiere silenciar su mente y apartar de ella todo murmullo, todo monólogo interior, porque entiende que el Silencio es la verdadera Voz del Uno. También hay quien silencia sus labios, pero llena su mente con arrobadoras visualizaciones y poderosos decretos de fe que exaltan la omnipotencia del Creador.
Algunos rezan postrados ante retratos, retablos o estatuillas; otros niegan tajantemente la eficacia de tales imágenes; católicos y budistas murmuran de modo fervoroso sus letanías o "mantras", mientras manipulan las cuentas de sus hermosos rosarios y "malas"; en cambio, el cabalista hebreo no precisa de tales artilugios cuando combina las letras de su alfabeto sagrado y articula el inefable nombre de Dios.
Hay quien sostiene que el acto de leer este artículo ?o cualquier escrito que fomente la creencia en el Poder Superior- es una manera de orar: de igual modo, el acto mismo de redactar o canalizar este texto también sería una forma de comunicarse ?a corazón abierto- con el armonioso Padre-Madre de la Creación.
Reiterar una y otra vez frases positivas mientras llevamos a cabo nuestras rutinarias tareas domésticas sería otro modo de profundizar nuestra intimidad con el Uno. Monjes tibetanos utilizan una singular maquinita que recita ?por ellos- miles y miles de plegarias, mientras persiste en sus psiques el estado de meditación. En fin, podríamos seguir llenando páginas y páginas con esta enumeración, porque la variedad de formas que presenta el acto de orar en cada país, religión o cultura es ?en verdad- interminable.
Nuestra postura sobre el tema es amplia: planteamos que existen tantas formas de orar como personas viven y han vivido en nuestro planeta, como seres abundan en la inmensidad de mundos que cunden en nuestro Universo. Cada manera de orar se adapta ?como un traje hecho a la medida- a las muy particulares creencias, modos de ser e idiosincrasias de las más diversas personas. Por ende, cada uno de nosotros haría bien en cultivar ?de manera libre y espontánea- aquel modo de orar, meditar o clamar que mejor convenga a su personalidad y fines particulares.
Sabemos, tanto por experiencia ajena como propia, que más allá de sus formas y contenidos externos, la oración que rebosa de fe, de inmensa gratitud al Creador, de absoluta certidumbre en las virtudes del Poder Supremo, resulta eficaz y reporta tangibles beneficios a quien la practica con asiduidad.
En tal sentido, y de acuerdo a nuestro criterio, lo básico en la oración no son sus galas o ritos exteriores, su credo religioso o filiación espiritual, su uso o no de imágenes, sus palabras audibles o su silenciosa austeridad; lo fundamental es, sin duda, su capacidad de generar en nosotros un altísimo nivel de conciencia ?del todo exento de miedo, recelo e incertidumbre- lleno de amor, autovaloración, maestría personal e infinita, ilimitada confianza en Dios.
La oración como comprensión espiritual
De acuerdo a la autora estadounidense Mary Baker Eddy, la oración que sana y reforma "es una fe absoluta en que todas las cosas son posibles para Dios ?una comprensión espiritual de Él (...) La oración no puede cambiar la Ciencia del Ser, pero sí tiende a ponernos en armonía con ella (...) Comprender a Dios es obra que exige absoluta consagración de pensamientos, energías y deseos (?) El deseo es oración (?) El deseo que se eleva hambriento de justicia es bendecido por el Padre y no vuelve a nosotros vacío (?) Lo que más necesitamos es la oración del deseo ferviente de crecer en Gracia, oración que se expresa en paciencia, humildad, amor y buenas obras".
La oración silenciosa
Maestro de la oración audible ?legó para la posteridad su inolvidable Padre Nuestro- Jesús de Nazareth también recomendó la oración silenciosa. "Cuando ores ?sentenció hace poco más de dos milenios- entra en tu aposento y, cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público".
Aventuramos una posible interpretación de esta frase del Nazareno: el Uno es invisible al bullicio de nuestros toscos sentidos materiales; debemos acallarlos para ingresar al corazón de la oración y escuchar ese sagrado Silencio, esa Paz que es Su única y verdadera Voz; en esa estancia de calma infinita, donde las cosas del mundo material ya no nos perturban, despertamos ?por fin- a Su Imagen y Semejanza.
El clamor como oración energética
En las antípodas de la oración silenciosa, está la oración como clamor, vale decir, como proclama a viva voz, a voz en grito o a todo pulmón de ser necesario. En tal sentido, el pastor Bill Gothard ?natural de Chicago, EE.UU.- afirma: "Durante la mayor parte de mi vida, di por sentado que clamar era sólo un sinónimo de orar. Me he asombrado, sin embargo, de ver los propósitos específicos y el potencial propio del clamor (?) Dios escucha nuestras oraciones (?) Él nos escucha, en particular cuando nuestras peticiones se expresan en voz alta".
Prosigue Gothard: "Santiago presenta su relato de la oración del profeta Elías con esta frase: La oración del justo es poderosa y eficaz. La palabra para eficaz en griego es energeo, equivalente a energía en español (?) Muchas de nuestras oraciones no disponen de la energía que Dios requiere para alcanzar resultados eficaces. No obstante, cuando una persona clama con sinceridad a Dios como su única esperanza de liberación, provisión o protección, podemos estar completamente seguros de que su clamor será eficiente".
El fuego de una oración fervorosa
Varios autores anglosajones de la reforma protestante son elocuentes al asegurar que el fervor ?audible o silencioso- es el más importante ingrediente de una oración eficaz. Dice Charles Spurgeon que "aquel que ora sin fervor no ora en lo absoluto". Por su parte E. M. Bounds afirma: "El fervor es el alma de la oración. En la oración, el fuego es la fuerza motriz". A lo que añade el autor del siglo XVII Thomas Watson: "El fervor es para la oración como el fuego es para el incienso, lo cual hace que ascienda al Cielo como grato perfume".
La oración como lectura y como vehículo de la ley de atracción
En la primera década del siglo XXI, la ley de atracción está en boca de todos gracias a una serie de interesantes y polémicos documentales. Sin embargo, a mediados del siglo XX, la autora venezolana Conny Méndez hablaba con autoridad acerca de sus beneficios. En su artículo La Manera Correcta de Orar, nuestra querida e inolvidable coterránea nos insta a elevar nuestro nivel de conciencia, a olvidar las contingencias del problema que nos abruma y a concentrar nuestro pensamiento en el poder omnisciente de Dios.
Para esta distinguida maestra espiritual, la lectura puede constituirse en un muy productivo modo de oración. En tal sentido, recomienda tomar un libro que consideremos sagrado, como la Biblia o cualquier otro tomo de rebosante sabiduría metafísica (los usuarios del I Ching, el libro chino de las mutaciones, suelen emplear esta metodología); luego, nos alienta a leer y releer con fe, "ya que la ley de atracción" nos conducirá a esa página adecuada, "allí donde corresponda a tu problema".
Posteriormente, nos suministra una fórmula de lo que ella considera la forma ideal de orar. Extractamos el siguiente párrafo, que la persona interesada debería leer y repetir con fe inconmensurable, de modo mental o sonoro:
"Dios es mi sabiduría, de manera que no puedo errar. Dios es mi inteligencia, no puedo sino pensar correctamente. No hay pérdida de tiempo, ya que Dios es el único hacedor. Dios actúa a través de mí, de manera que siempre estoy actuando correctamente y no hay peligro de que yo ore incorrectamente. Yo pienso lo indicado, de la manera indicada en el momento apropiado. Mi trabajo siempre está bien hecho porque es el trabajo de Dios. El Espíritu Santo siempre me está inspirando. Mis pensamientos son frescos, nuevos, claros y poderosos porque cuadran con la Omnipotencia".
La oración como sonido
La palabra es sonido. El sonido es vibración. La vibración es energía. Si la energía es el fuego de la oración, entonces las vibraciones, sonidos y palabras que vertemos al orar son de capital importancia para que nuestro ruego sea eficaz. Tal es la base filosófica de los "mantras", utilizados tanto por el hinduismo como por el budismo.
"Mantra" es una palabra compuesta, donde "man" significa "mente" y "tra" se interpreta como "liberar", vale decir, "liberar la mente". Con tal nombre se denomina a una forma de oración corta ?suerte de estribillo- que se repite muchísimas veces, tanto de manera mental como audible. Los budistas tibetanos, mientras recitan sus "mantras", manipulan su "mala" (especie de rosario hecho con grandes cuentas de semillas o madera) para llevar la cuenta de las recitaciones efectuadas. El rosario de los católicos, donde se oran una y otra vez los "padres nuestros" y "aves marías", constituiría una suerte de "mantra" occidental.
En el caso de los hinduistas y budistas, cada "mantra" representa el sonido correspondiente a un cierto aspecto del proceso de Iluminación. Algunos aluden a la compasión, tal como el famoso "om mani padme hum"; otros sirven para sosegarnos; algunos tienen funciones tan disímiles como aumentar nuestra energía en el trabajo, conseguir una pareja idónea, exaltar el amor propio e, incluso, para destacar en los deportes.
Ciertos autores señalan que tan beneficioso como recitar los "mantras" es escribirlos, así que su positiva influencia no se limitaría a la repetición oíble o mental de esos sonidos sagrados. De tal suerte, la escritura también se convertiría en un singular vehículo para la oración.
Orar te ubica en el Ahora
Con esta amplia enumeración no hemos agotado ?ni mínimamente- el extenso catálogo de métodos y tecnologías espirituales que la humanidad ha desarrollado, a lo largo de las eras, para orar ?vale decir, para establecer una íntima comunicación con Dios.
Más allá de su forma, sabemos que nuestra oración está dando resultados cuando nos llena de certidumbre, poder personal, alegría de vivir, amor ilimitado y una fe absoluta en nuestras posibilidades y las del prójimo. Mejora substancialmente nuestra calidad de vida, ya que nos distancia de estados neuróticos de inconciencia, miedos añejos y emociones nocivas, perturbadas; la oración fervorosa nos plena de energía divina y nos ubica existencialmente en el Ahora? el único tiempo real? el único tiempo en el que tiene sentido transitar y recorrer los vastos senderos que nos tiende la Vida?
1 Comentario en "Tipos de oraciones religiosas para alabar a Dios"
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