Los “asshole”: jefes agresivos en el trabajo

Inteligencia emocional: Todo "mala clase" en las empresas debe ser eliminado. A nadie le gusta trabajar con tiranos. Aquellos personajes que destilan agresión y que, con su actitud hacen sentir inferiores a los demás, son muy dañinos para las empresas...

Sufrir el impertinente comportamiento de un jefe agresivo en el entorno laboral puede influir ya no sólo en nuestro ánimo, sino incluso en las relaciones con nuestro entorno familiar y nuestro círculo de amistades.

Cuando una persona sufre un entorno laboral hostil, automáticamente traslada su malestar a todo su entorno, mostrando de una forma muy clara que algo no anda bien. En muchas ocasiones, dicha atmósfera perjudicial se debe a la presencia de auténticos déspotas que muestran un comportamiento claramente hostil.

Estos "tiranos" muestran muy poca humanidad en sus planteamientos, no importándoles la influencia que sus frases y ademanes humillantes y vejatorios ejercen sobre sus subordinados, lo que desemboca en auténticos infiernos para éstos. Para estos personajes los expertos en sociología han acuñado un término que los define: "asshole".

En casi todo el mundo es común la aparición de episodios esporádicos de actitudes de este tipo ante situaciones estresantes o desagradables, por ejemplo, ante una espera prolongada en la consulta del médico. Pero hay una gran diferencia entre quienes alguna vez protagonizan uno de estos brotes esporádicos y los que hacen de ellos un modo de autoafirmación ante los demás.

Una característica común en los "asshole" es que mientras denigran, humillan y hasta insultan a las personas de su entorno con menos poder, se comportan de forma agradable y aduladora con quienes gozan de un mayor estatus que ellos. Muchas empresas creen equivocadamente que cuanto mayor es el talento, peor carácter va a asociado al mismo. Todo lo contrario. Un genio abunda en seguridad y equilibrio, por lo que no necesita alardes ni demostraciones de valía para sentirse bien consigo mismo. Por el contrario, la imperiosa necesidad de demostrar la valía propia menospreciando la de los demás es un síntoma de poca nula confianza en los valores de uno mismo.

Peor aún: los tiranos se suelen rodear, si se les deja, de otros tiranos. Encomendar la política de recursos humanos de una empresa a un "asshole" desemboca en un trato vejatorio a los empleados que, a la larga, sólo consigue crear un entorno claramente negativo y, por consiguiente, reducir claramente los resultados productivos.

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