Hablar de la vainilla es hablar de una de esas plantas con propiedades aromáticas indiscutidas, veneradas y valoradas por todos. Su uso en la cocina es realmente extendido desde hace tiempo y se hace imposible pensar en algunas preparaciones sin su presencia.
La historia de la vainilla se remonta a Latinoamérica, más precisamente a México, y a la época en que los conquistadores arribaban a dichos lares. Allí la descubrieron y le acuñaron dicho nombre por parecerse a una vaina de sable, pero en formato pequeño. De allí en más, esta única orquídea que se emplea con fines no ornamentales, comenzó a penetrar en el resto del mundo para quedarse.
La vainilla suele ser muy cara ya que, además de ser una orquídea, se requieren cerca de 7 kilogramos de vainas verdes para producir un kilo de vainilla tal y como la conocemos. Además, el proceso de secado es artesanal y conlleva un largo tiempo hasta que pueda apreciarse su resultado final.
Su aroma tan particular se debe a la vainillina, el principio activo aromatizante que se cristaliza y termina dándole esa tonalidad oscura y ese olor irresistible.
Su uso en la cocina es realmente extenso, aunque generalmente siempre responde a postres de todo tipo como pasteles, tortas, helados y un largo etcétera. También se emplea para aromatizar té o licores.
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